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No hay mucho qué hacer. Y es un perro, lo siento. Es mi amigo. Y uno de nosotros. Salvó vidas. Por favor. Por favor, doc. Por favor. Seguro que hará lo que pueda, ¿verdad, doc? Está bien, pónganlo en la ambulancia. Regresa pronto, perrito. Necesitamos a nuestro tercer mosquetero. ¡Abran paso, muévanse! De prisa, vamos. ¡Schroeder! Muévanse. Cuidado con eso, sí. No tengas miedo, Conroy. Es fuerte. Qué gran día para ser estadounidense. ¿No, Stubby? Luego de que cayeran Schroeder y Stubby, la lucha en Seicheprey se volvió feroz. Y llegaron las lluvias. Llovió día tras día tras día. El lugar entero se volvió una ciénaga. No puedo imaginar cómo extrañaba Robert a Stubby. Debió haberse sentido perdido sin su amiguito. Vamos, Conroy. Sé que es difícil, pero tienes que ser fuerte. ¡Ataque alemán! ¡Vamos! Los alemanes expulsaron a los yanquis de la trinchera y de Seicheprey en su intento desesperado por llegar a París. Lo único que los separaba de su meta eran ellos. Fue un momento duro para quienes los esperábamos. No andan con rodeos. Tenemos que detenerlos. Ahora no, mosquetero. Mañana. Primero debemos descansar. Yo también lo extraño pero sé que pronto los tres mosqueteros volverán a estar juntos. Lo intuyo. ¿Eso crees? Sí, y lo bueno es que salimos de esas trincheras. Por fin tengo secos los pies. Todo ese lodo y esas ratas Baptiste. Tienes orden de regresar a tu regimiento. Toma tus cosas y ve. Stubby, Schroeder, y ahora tú. Vaya intuición que tienes. Todo va a salir bien. Antes de irme, toma mi consejo. Para sobrevivir, debes tener miedo. ¿Miedo? Pero tú no tienes miedo. Tú te ríes. ¿Hablas de esto? Es solo para proteger a mi frágil corazón. Adiós, mi buen amigo Hasta que nos volvamos a ver. Tras mucho luchar, los nuestros recuperaron Seicheprey e hicieron retroceder a los alemanes. No fue sino hasta mucho después que supe lo feroz que fue la batalla. Mi querida hermana Margaret, espero que tú y las niñas estén bien. Yo estoy bien. Hasta la comida está bien. No se compara con la tuya, pero casi todo se deja comer. Van casi cuatro semanas desde que hirieron a Stubby y aún no sé nada de él. Seguro que lo están cuidando bien. Gaston, Stubby y yo nos llamábamos “los tres mosqueteros”. Como el libro que mamá nos leía cuando éramos pequeños. Bueno, el otro día enviaron a Gaston de regreso a su regimiento. Pronto acabará todo y regresaremos a casa. Les mando mi amor a todas. Tu hermano que te quiere, Robert. Robert siempre supo poner a mal tiempo buena cara y yo sabía que eso era lo que hacía. Le faltaban sus dos mejores amigos. Yo lo compadecía. Despierta, Conroy. La guardia. No comeremos. ¿Conroy? No ¡Un médico, rápido! ¡Mi amigo está mal! Es el quinto soldado esta semana. No sé qué es. Yo lo atenderé. No puede moverse. Pero se pondrá bien, ¿verdad, doc? No lo sé. Tal vez sí, tal vez no. En , el mundo entero sufrió una epidemia mortal de gripe y Robert también se contagió. Se propagó entre los nuestros como reguero de pólvora. Debo irme a pelear. Tengo que levantarme. Tranquilo, Conroy. Todo está bien. Los alemanes están tranquilos.
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