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¡Vamos, venga, vámonos! ¿Ha vuelto al Louvre? ¿Lo oyes Armagnac? ¿Ha vuelto al Louvre? Y le ha salvado la vida. Primero se convierte y ahora nos traiciona. ¡Hay que avisar a la Reina de Navarra! ¡La reina de Navarra esperará! ¡La tenemos que avisar, descubrirán su ausencia! Yo iré al Louvre. Quiero hablar con él. ¡Ve! ¡Ve a que te maten! ¡Enrique! ¡Enrique! ¡Ven! Nos vamos. ¿Nos vamos? Sí. Cogeré ropa de abrigo. No, no hace falta. Ven. ¡Vamos! ¡Vamos, ella te espera! ¡Vamos! Creí que habías muerto. Pero estás aquí. Tienes que regresar. Tu marido ha salvado al Rey. Ha regresado a París antes de lo previsto. Descubrirán tu ausencia. Debes volver. ¡No! Debes hacerlo. ¡Entra! ¡Marie! ¡Marie! ¡Carlos! Te he traído otro rey. Más feliz que yo porque no lleva corona. Acércate, Enrique, acércate. Toma su mano, Marie. Tómala. Apriétala fuerte como si fuera la de un hermano. Sin ella, nuestro hijo ya no tendría padre. Es el único sitio donde puedo comer y beber sin que nadie pruebe la comida antes que yo. No se lo dirás a nadie, ¿verdad? Si mi madre se entera, les mataría. Doña Catalina siente por ti una pasión devoradora. Simplemente está celosa. ¿Celosa? Ella sólo ama a Anjou. Su única esperanza es que un día sea Rey no importa dónde, en Francia o en Polonia para reinar junto a él. Aquí me siento muy bien. Pero ¿Sabe Margot lo de ? No, no lo sabe nadie. No, porque si ella lo supiera, estaría celosa también. Margot te quiere como a un hermano pero no te quiere como a un marido. ¿Le darías a Margot la libertad que le han arrebatado? Marie, siéntate con nosotros. Prefiero escucharos. ¿Le devolverías la libertad a Margot? No puedo negarte nada, Enrique. Entonces, libéranos. La llevaré a Navarra. ¿Margot? ¿En Navarra? No lo soportaría, se moriría de aburrimiento. Yo la enseñaré. En Navarra hay que amar la vida. Yo la enseñaré. Te tiene que gustar nadar en los ríos. Amar cocinar el pan sobre la piedra. Beber vino. Comer ajo. Hay que saber amar la vida. Allí no hay nada más que hacer. ¿Te has acostado con Margot? Sí. No me dejes, Enrique. Eres mi único amigo. Nadie te hará daño. Ni a Margot, claro. No, mientras yo viva. Si lo conseguimos llegarás a Navarra con tu marido. Allí estarás a salvo. Lo sé. Serás dueña de un reino. Y tú serás mi dueño. Y mi súbdito a la vez. Te amo tal como estás ahora. Desnuda, desterrada, olvidada por todos. Sin pasado, sin porvenir. Sin familia. Sin todos esos ornamentos que matan el amor. Estoy contigo, al lado de los oprimidos. No quiero regresar con los verdugos. Jamás seré tu súbdito, Margot. ¡No me dejes, La Môle, nunca! Hazme una promesa. Dicen que la muerte siempre te ha quitado a tus amantes. Dicen que guardas el corazón de todos los que te han amado en cajas de oro alrededor de tu cama. ¿Dicen eso? ¿Y qué más? ¿Que a veces por las noches recorro la ciudad en busca del amor? El día que lo encuentres, sabrás quién eres. Júrame que no me olvidarás. Porque yo no soy el hombre que hubieses debido amar. Te lo juro. La mano de Dios protege a ese hombre. Acércate y bésame, hijo. Ayer fuiste valiente.
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